La ingeniería industrial es una
disciplina multifacética. Por muchos es descrita de manera despectiva como un mar de posibilidades con un
centímetro de profundidad, sin embargo para muchos otros esto no es un problema.
La idea de conocer un poco de todo, poder desenvolverse y adaptarse de manera
fácil y rápida es para muchos otros una ventaja. Este ensayo es un reflejo de
una opinión personal acerca de la ingeniería industrial, una visión que a lo
largo de los años y por medio de la adquisición de conocimiento y experiencia
se ha ido transformando y madurando. Por el carácter intrínseco de las
opiniones no se propone a este texto como un postulado final, sino más bien
como un hito que rescate lo que era hoy mi idea acerca de esta carrera y por
esto es un documento cuya fecha de vencimiento comienza a expirar desde el
punto y hora en que está siendo escrito.
Comencé mis estudios
universitarios con la carrera de Diseño Industrial, en tercer semestre empecé paralelamente
a estudiar Ingeniería Industrial. Lo hice porque esta carrera me permitiría aprovechar
mis habilidades en matemáticas y me daría mucho más opciones laborales que el
diseño. En este punto, la ingeniería no significaba para mí más que un plan B,
como un complemento excelente a mi educación. A medida que fueron pasando los
semestres y veía más materias de
ingeniería mi idea crecía, ya la ingeniería no era simplemente un complemento,
sino más bien un universo que me atraía. La idea de poder ahorrar tiempo,
generar eficiencia y eficacia para dar a los clientes respuestas óptimas era
algo que me cautivaba aún más y que me permitió confirmar mi elección.
Con el paso del tiempo fui entendiendo
más acerca de las labores de un ingeniero industrial, de las mil y un maneras
en que pueden generar impacto en una empresa o en cualquier entorno en el que
se desenvuelvan. Entendí que podemos llegar a administrar una empresa puesto
que tenemos conocimientos de gestión y
contabilidad, podemos optimizar procesos ya que los analizamos, conocemos e
identificamos oportunidades, podemos coordinar transportes, proveedores y
despachos, podemos desempeñarnos como vendedores porque sabemos identificar
ventajas competitivas, pero normalmente lo que no podemos contar o medir no lo
podemos comprender. Este era tal vez una de las debilidades que veía en la
ingeniería industrial, era una ciencia universal cuyo límite era lo
cuantitativo, lo medible, lo numérico.
Durante este semestre la forma en
la que comprendía mi carrera ha cambiado muchísimo. Al iniciar pensaba que era
una diseñadora con conocimientos en ingeniería, pero diferentes situaciones me
ayudaron a comprender que mi título y mi visión serían el de una
Diseñadora-Ingeniera Industrial. Esto fue muy importante puesto que como
ingeniera he llegado a comprender como abordar un problema desde la perspectiva
cuantitativa, a establecer objetivos medibles e indicadores que me
indiquen un rendimiento, mientras que por
el lado el diseño he hecho todo lo contrario. Por este lado he llegado a
identificar necesidades y problemas
desde el punto de vista del usuario, de las personas, los objetivos son más cualitativos y medidos en la forma en
que generen soluciones a un sujeto o a un entorno.
Hubo dos situaciones importantes
que generaron este cambio. Una de ellas fue la posibilidad de trabajar en una
monitoria del departamento de diseño en un proyecto acerca de la innovación, y
la segunda fue la clase de pensamiento sistémico. Estos dos entornos me
permitieron realizar conexiones y darme cuenta que yo no era lo uno o lo otro,
sino que ambas áreas del conocimiento habían hecho sinergia y me permitían
tener una visión más global de las cosas. Me di cuenta que con ambas carreras
puedo afrontar problemas desde ambas perspectivas de manera holística, que puedo
identificar problemas más complejos y generar soluciones innovadoras. El
pensamiento sistémico me ayudo a ir más allá de los límites de cada profesión,
me dio la oportunidad de identificar puntos comunes y de establecer conexiones llegando así a
comprender la importancia de la
extrapolación del conocimiento.
Aclarar esta situación ha
enriquecido mi forma de pensar de una manera inimaginable. La forma en la que
afronto las cosas situaciones es desde ahora distinta. El pensamiento sistémico
me da la oportunidad de integrar todos los aspectos de un problema y partir
desde ahí al análisis y generación de soluciones innovadoras. Creo que hoy en
día esto es lo que necesita el entorno laboral, personas que tengan
conocimientos globales de la empresa, del mercado y de cómo utilizar sus ideas
de manera creativa para propiciar situaciones que generen cadenas de valor
agregado. De esta manera como profesional seré capaz de generar
nichos de innovación y continuamente me veré envuelta en condiciones
favorables para el crecimiento y la expansión.
El pensar sistémicamente me permitirá ser un profesional que no se detenga ante los aparentes límites de una situación, me dará herramientas para conectar, buscar causas y consecuencias que vayan más allá de lo común. Esto a su vez me permitirá construir soluciones y procurar situaciones en las que las respuestas presenten sucesos que se salgan de lo ordinario. En un entorno tan competitivo como el que se está desarrollando en la actualidad y cada vez de manera más rápida, en la que las empresas colombianas compiten sin problema con otras que se encuentren al otro lado del mundo, estas cualidades de flexibilidad, de análisis de problemas y de visualización de situaciones me permitirán generar una diferenciación sobresaliente para proponer productos competitivos.
El pensamiento sistémico
finalmente es una herramienta, que sirve no solo para un análisis o uso
profesional, sino para afrontar cualquier situación compleja. Lo importante es
saber reconocer las ventajas que este presenta y sus componentes. El
pensamiento sistémico debe primero identificar un sistema con sus partes,
límites y conexiones, debe identificar un aspecto a optimizar y una cobertura,
ya sea global o puntual dentro del sistema. Teniendo esto claro se procede a
analizar, comprender e instaurar un cambio que pueda ser monitoreado y
nuevamente optimizado debido a la característica dinámica de un sistema. De
esta forma cualquier situación con estos pocos parámetros puede ser analizada
desde el pensamiento sistémico.
Como conclusión general de todo el proceso puedo decir que el conocer herramientas como estas no solo enriquecen mi manera de analizar problemas, sino en general la forma de ver el mundo y afrontar todo tipo de situaciones. Al realizar este tipo de actividades, el cerebro hace una combinación entre el pensamiento convergente y el pensamiento divergente, ordenamos y desordenamos ideas, conectamos con líneas rectas y cuadriculadas y con líneas curvas y orgánicas, logrando finalmente un pensamiento holístico. Estas herramientas nos dan la opción de crear, de proponer y de innovar con soluciones y simples acciones que generen un impacto en cualquier aspecto en el que nos desempeñemos.
El pensar sistémicamente me permitirá ser un profesional que no se detenga ante los aparentes límites de una situación, me dará herramientas para conectar, buscar causas y consecuencias que vayan más allá de lo común. Esto a su vez me permitirá construir soluciones y procurar situaciones en las que las respuestas presenten sucesos que se salgan de lo ordinario. En un entorno tan competitivo como el que se está desarrollando en la actualidad y cada vez de manera más rápida, en la que las empresas colombianas compiten sin problema con otras que se encuentren al otro lado del mundo, estas cualidades de flexibilidad, de análisis de problemas y de visualización de situaciones me permitirán generar una diferenciación sobresaliente para proponer productos competitivos.
El jugar Rise of Nations ha sido
una experiencia que ha enriquecido el aprendizaje acerca de pensamiento
sistémico. Me ha servido para ver como en un sistema complejo interactúan
factores como la comunidad con sus
características intrínsecas, la tecnología, las oportunidades de territorio que
se le presentan a uno en cada escenario y obviamente la lucha por recursos y
supervivencia en la que uno se encamina con su contrincante. Es también una
oportunidad de ver como el mundo a lo largo de la historia se ha desarrollado
como un sistema; el hecho de avanzar de edades y de ver como ciertos
desarrollos tecnológicos permiten ese avance y la expansión es crucial. En la
primera fase de reconocimiento del juego creo que estos son los aspectos más
relevantes: el entendimiento del mundo y del avance de la civilización como un
proceso sistémico.
Una segunda fase, ya más práctica
fue iniciando a medida que conocía más
el videojuego y las herramientas sistémicas. Pude comenzar a aplicar las
estrategias aprendidas en clase, la forma de establecer conexiones y jerarquías
al juego, y fue entonces cuando cada partida se convirtió en un ejemplo claro
de los beneficios obtenidos al aplicar el pensamiento sistémico. Esta
experiencia amplió mi capacidad de análisis, de identificar los elementos
teóricos en un juego, en una historia y en un entorno aparentemente tan
diferente al académico. Lo más importante de esta segunda fase fue exactamente
esa capacidad de extrapolar el conocimiento, el juego nos forzó a salir de la
zona de confort, donde lo académico se refiere a lecturas y tableros y nos
impulsó a llevar ese conocimiento más allá.
Como conclusión general de todo el proceso puedo decir que el conocer herramientas como estas no solo enriquecen mi manera de analizar problemas, sino en general la forma de ver el mundo y afrontar todo tipo de situaciones. Al realizar este tipo de actividades, el cerebro hace una combinación entre el pensamiento convergente y el pensamiento divergente, ordenamos y desordenamos ideas, conectamos con líneas rectas y cuadriculadas y con líneas curvas y orgánicas, logrando finalmente un pensamiento holístico. Estas herramientas nos dan la opción de crear, de proponer y de innovar con soluciones y simples acciones que generen un impacto en cualquier aspecto en el que nos desempeñemos.